Appétit

El mundo se deforma entre el vapor de la hornilla, los recuerdos y la afirmación de que la vedette de un plato de pasta siempre será la salsa.  La primera vez que hice este plato. se terminó tan rápido que no tuve la opción de llevar una porción al trabajo.   Ahora la cazuela empieza a subir su temperatura y mientras  baila la mantequilla , yo le subo el volumen a  Gamma Skies feat. Ebba - Make It in Time

(nada como la música y la cocina para alegrarse).

La pasta va directo a la cazuela  no al horno. porque debe acomodarse en esa cama sutil esperando que al cocerse con todo, aromatice el ambiente el ajo, la cebolla troceada, el tomillo,  la mantequilla, la pimienta, el queso crema,  el toque de leche y la infusión de cilantro a fuego bajo.

Me he empeñado en volver a cocinar para sentirme en mi elemento,  puedo mezclar en la licuadora  (en españa no existe eso no?) todo junto con  la pimienta, la pizca de sal, el chorrito de leche y  el chile poblano asado  pasado por el fuego directo de la hornilla viva.

Ese color verde  vivo se suaviza con el lácteo, es terso y suave, el spaghetti bañado en la tersura de la mezcla derretida, se aliñan en el  fondo  y va agarrando cuerpo en el recipiente.   Esperar a que cueza nuestra protagonista, no es el verdadero acto de magia , sucede cuando comienzas a verter la salsa encima. y se impregna de los sabores.

 La pasta cocida es simple, el verdadero grado de dificultad es que sea fresca, casera y aliñe todo, no basta decir que cocinar es toda una transformación, la consistencia suave o cremosa es también requisito, pura química. 

Todo funciona de una manera casi instantánea y a veces, si tienes buena intuición irás  agregando ingredientes  que promulgan los sabores, la combinación, el orden quizá y hasta el emplatado, el círculo virtuoso de sabor ya no lo para nadie.

Bon appetit