Uno piensa que después de las grandes comilonas de diciembre regresará fortalecida, como Gandalf, después
de atravesar el fuego del abismo de los turrones, melocotones bañados en azúcar, el glass del pastel, la salsa desbordante del lomito ese envinado, el puré de la abuela y contagiado el espíritu de querer andar abrazando a todo mundo pero por miedo a los cuetones...
Pasaron ya suficientes días y de antemano diré que, no he regresado tan fortalecida, pues tengo una infección estomacal que no vean y la migraña ha vuelto a anidarse, lo que ha dado por sentado hoy, que ya no me deprimo tan fácilmente a pesar de estar encerrada o en cama. Antes como el scrooge parecía que era imposible conectar con emociones sanas a la hora de andar convaleciente como alma en pena por la casa.
La libertad forzada de no irte a trabajar porque perdiste algo que le designas
que trae tu vida entera como la salud, en vez de pretextos bobalicones de la escuela que lo remitías a tu trabajo engargolado o un contenedor demasiado pequeño como la usb
Hoy estoy sola y tranquila en casa por primera vez en 6 años donde trabajo y seguro será que el mundo laboral no me extrañará. Es una suerte de afán puesto que aunque pudiera quejarme que ese mundo a veces es frío y poco comprensivo con las dolencias personales, me saca del espasmo esa repentina preocupación y atenciones de colaboradores que se traducen en mensajes via whatsapp o emails
Antes lo peor para mi era tener esa zozobra de que en el delirio imaginaba que morías y que tu casa no está lo minimamente recogida para cuando descubran tu cadaver y verán lo desordenada que eras...
Hoy me quedo en cama y ya mañana, espero recuperar las fuerzas hasta para levantar mi taza de te y las medicinas.
No andaba muerta. sino sin tiempo ni para enfermar.
Que no se cumplan del todo las cabañuelas