Varias veces tuve desconcierto con un par de películas, por ejemplo las de Ripstein cuando todos los demás o quien me acompañaba reían de las desgracias ajenas en escenarios o dramas realmente grotescos.
No soy ninguna puritana mucho menos cínica, ni lynch ni Tiers por muy crudos invariablemente en el estilo podrían desconectar o desmotivar mi humor negro. Pero, lo que últimamente he vuelto a experimentar con un hambre de sensación,es querer volverme a besar con alguien sin poner atención, al film y decirnos las cursilerías tomados de la mano o crear cierto código de palabras y momentos que solo él y yo empleamos y entendemos.
Casi todas esas cosas que se dicen en los reencuentros, nada tiene que ver con lo que hay en pantalla,en la historia personal de cada quién, se proyecta sin querer tu propio story board y ni que comedia romántica ni musical, adecuadamente, parece o no quieres ni saber cuanto dure, encaja perfecto en el género que no pensaste y durante un tiempo razonable el final no encuentra su momento.
Las miradas en una sala de cine siempre son un idioma, siempre suelen aparecer entre los silencios que compartes, esos mágicos subtítulos y parece que de pronto estas a años luz de la ciencia ficción y los dramas.
