La experiencia máxima es una especie de estado transpersonal y extático, particularmente uno teñido de temas de euforia, armonización e interconexión.
Los participantes caracterizan estas experiencias, y las revelaciones impartidas en ellas, como poseedor de una cualidad o esencia inefablemente mística y espiritual. Y como me tengo que subir al tren sobre lo que sucedió recientemente con el sumergible Titán me acordé cuando saltamos en Paracaidas una amiga y yo.
y aunque no es ni minímamente igual, lo que invertimos para vivir la experiencia, es inevitable señalar que en parte el deseo de tener esa clase de riesgos y no solo monetarios es parte de cumplir un sueño, Si quieres cumplir un sueño, te vale cuánto dinero te tengas que gastar. Millonario o no.
Ahora bien, de aquí parte la lección que todo tiene un límite y eres mortal , que todo riesgo trae consecuencias y tu instinto o tu sentido de supervivencia será el que te dicte la decisión. También me acuerdo de aquello que me dijo mi amiga, yendo de regreso en el auto, mientras por la emoción y miles de cosas que yo traía cargando, lloraba desconsoladamente en el asiento del copiloto.
Invertir en experiencias con toda la emociòn y la adrenalina vale la pena y entiendo bien el concepto.
El Peek Experience seguramente lo viven los que bucean, los alpinistas, los que saltamos de un avión etc.
Ahora que pasa lo de ese submarino perdido con gente atrapada, veo a mucha gente enfurecida porque hay quién le da la gana pagar mucho dinero por ver los restos del Titanic. Algunos en el peor de los casos le llama montones de fierros oxidados y se alegran por la muerte de gente sobre todo si es millonaria. y es ahi cuando se ve a kilómetros para mi, cuando alguien tiene un mundo tan pequeño que ya nada le sorprende y que el dinero es lo único que les interesa.
Bueno, cada quién le da el justo valor a el dinero, las experiencias, sus razones para acudir a este tipo de turismo riesgoso también son válidas.
¿ si tuvieras 250,000 dólares de sobra, ¿en qué te lo gastarías? Yo pensé en frivolidades como comer y viajar pero sobre todo en ayudar a perritos, gatos y hasta patos.
Correr riesgos es elegible siempre.
La serenidad de ver el aguacero tras la ventana y dejarse sorprender, el tiempo que dure, por su terquedad rítmica, violenta y generosa.
o
La tristeza, y no saber cuándo murieron las ganas risueñas de salir a chapotear entre los charcos para no mojarte o ensuciarte la ropa.