Delirios y Tormentas

Salgo de la ducha después de un día tremendamente agotador y me cubro con la bata. La penumbra irrumpe con descaro a través de la cortina de agua que difumina la forma de las gotas en la ventana, y mientras tras el cristal algunas caen, otras dejan de rodar por el interior de mis muslos, y logran llegar a las rodillas, camino hacia el estudio, sin siquiera reparar, que me abrí camino entre la oscuridad de la estancia, en una suerte de paseo sonámbulo hasta el restirador donde ladra el teléfono.

Casi en cámara lenta reviso la pantalla con cierta desgana y mi semblante cambia cuando vuelvo a encontrarle en dos renglones después de años. Creo que ha pasado ya un rato que había decidido dejar de mantener este hilo conductor y "valientemente", logré atinar borrarle de la agenda para no sucumbir a la tentación aun sabiéndome el número.

Un Octubre como éste...

Subí esas escalinatas de alfombra marrón, sabía que esperar, sabía que irremediablemente todo cambiaría. Cada paso que daba escaleras arriba sostenida de su mano, me colmaba de incertidumbre y de expectación, de la indómita inquietud que generan los nervios en el estómago y la excitación mucho más abajo. Cada beso me elevaba a lo más alto, de lo que pasaría una vez volviera a poner el pie en tierra firme y abriera los ojos estaba segura. Yo ya no sería la misma. Nunca más sería la misma y quizá esa historia nuestra.

Recuerdo con perfecta nitidez que dejé que mis deseos se suspendieran sobre el atardecer tatuado de nubes, al tiempo que sobrevolé con la mirada sentada junto a ti frente a ese edificio blanco donde despertaron mis sentidos el sonido de los cláxons, gente y bullicio alrededor, y conforme fue oscureciendo, solo atrapé tus pupilas entre las mías en el instante de pedirte que escaparamos antes que fuera tarde, mientras nos engulliamos a besos.

Fantaseaba con el reprochable hecho de que nuestras vidas se cruzaron definitivamente, aunque también sabía que sería un salto al vacío. Una acción cuyas consecuencias eran difíciles de controlar, siquiera de prever, y así, tratando de alcanzar un imposible llegué a ti sin pensármelo dos veces. Del lado racional al emocional.

y ahora, siento ese jalón que viene de la pantalla del móvil, creí sentir su mano asiéndome con fuerza, como aquella vez, siento ese intento de asegurar su cuerpo contra mi detrás de esa puerta, probar su poder para no permitir escapatoria...y aquí de nuevo en dos líneas con un mensaje tan simple, cuando siempre era un reto hablar, oir o escribir entre los dos.

Esas palabras ya no me queman, pero de nuevo se vuelven a escurrir por mis hombros para instalarse entre el recuerdo de mi cabeza hasta mis pies. "a mis pies" me repetí, tantas veces que pensé que lo ordenaba cuando quién me dominaba siempre era él. Para entonces, traspasado ya el horizonte de las fantasías, sobre mis zapatos nuevos, ahora mis manos suplantan caricias hundiéndose en el cinto que rodea mis tobillos y los desabrocho casi con malicia como si con ello me deshiciera de el recuerdo.

Me instalo encima de la cama y me doy cuenta que no he podido borrar muchas cosas. Me instalé hacia el punto de fuga de aquel día clandestino de Octubre que no habíamos planeado como terminaría y aún cuando ya no aparezca, reconozco cosas en penumbras, creo que siempre he estado convaleciente por esa causa o por esa debilidad de saber y que a veces me niego admitir y me enoja.

Basta apretar un botón pero nunca he sido práctica... el hilo conductor me tiene hecha un nudo, en forma de chantaje afirmando que el malo no es pero sonándo a reproche con el hecho de que no me ha borrado. Nunca supe a bien quién de los dos tiene más desmadrado el ego y pesar de todo con un poco de cordura y en balanza, sé que la costumbre se acostumbra a que ciertas cosas ya no sucedan al menos con ciertas personas, ni los s. o .s funcionan cuando uno supone resignada que estás enterrada o muerta.

Sigo sin saber que quiere de mi cuando aparece entre líneas con un mensaje vago y cotidiano como si no me hubiera lastimado antes. Hundo un tacón en la cara interna de mi muslo, justo para ver qué se siente y hay cosas que duelen más cuando alguien juega o se hace el tonto, no solo se es perverso, parece juego... somos muy necios lo perverso sería caer de nuevo en el juego que tanto daño nos hizo antes.

¿Me estaré curando después de tanto tiempo? El tiempo no debería pasar en valde y nadie ama a nadie, las cosas no tendrían que ser diferentes...en algunos se llama mal de amores, en otros culpa o estupidez.

vaya nostalgia la mía ahora que ustedes tienen que pagar.

Seguro que recupero la esperanza, en abstracto claro
tal vez en una de esas sea la última vez que escriba sobre él