Buenas Migas

Los griegos, eran unos expertos en preservar todos los placeres, el Dios Dionisio me daría la razón, sus banquetes atribulados de higos, duraban varias noches, Vatel organizaba espectáculos en honor al Rey sol adornando cáscaras de melón con luces de velas y juegos en pirotecnia, Luis XV hacía comer espárragos a la marquesa Pompadour para obtener sus favores, Catalina de medicis llevó a Francia el azafrán.

El Hada verde o ajenjo era estimulante y provocador para varios pintores como Van Gogh, Manet y Degas y de aquellos salones iluminados con luz artificial, emanaron eróticos torrentes poéticos de amores divididos e interpretaciones fonéticas maravillosas en rimas de Mallarmé, Verlaine, o el genial Rimbaud. Por ejemplo, los italianos decían que la carne de res cruda era ideal para las artes amatorias, las menudencias en antiguas civilizaciones europeas eran protagonistas para los estimulos y placeres de la vida, Shakespeare como todo caballero de mediana edad, utilizaba la menta para elaborar platillos y bebidas, las almendras las utilizaba Cleopatra para untarselas en la piel combinadas con miel para el deseo y la pérdida del juicio de su amante en turno y mujeres como Pauline Bonaparte o escritores como Balzác, disfrutaban Mariscos con champagne.

Así que al amor de la lumbre, en marmitas panzudas, se cocieron suculentos cuentos que ostentan la belleza de la Cocina, desde tiempos memoriales, ese emocionante arte efímero en constante metamorfosis como ellos, para mantenerse mágicamente vivo. La Gastronomía, el Cine, y la Literatura de esa alquimia privilegiada se nutren los relatos tocados, rebosando de aventuras comestibles entre opíparos banquetes, excelsos festines y generosas libaciones. No es casual que hasta se haya hecho cine a la carta desde antaño.

De Grimm a Perrault, pasando por Madame d’Aulnoy, Collodi y Lewis Caroll, todos juntos tienen cuentos e historias deliciosas que contar más que Calleja, diría mi abuela,pienso en la magia que también puede ocurrir durante la catación de vino, la degustación de un queso o la coción al dente de una pasta.

Todo en un activo fogón reluciente, y en todos esos menésteres gastronómicos uno puede transformarse de espectador a comensal, igual que en el cine, la Literatura y en la cocina, se pueden seguir recetas tradicionales, añadir elementos personales, crear nuevas fórmulas y recurrir a improvisaciones. Cualquier elemento requiere al final de cuentas un montaje

La casa de mis Abuelos paternos quedaba oliendo a turrón y mazapán en las fiestas invernales, él siempre ataviado de un traje elegante como Dandy siempre me contaba historias de fábula con copiosas meriendas de los amigos de Peter Pan, mientras mi abuela horneába tartaletas y regalaba caramelos a los chicos que cantaban afuera.

Yo siempre me llevaba unos para unas invitadas (las hadas) sin que vieran mis hermanos para que no se burlaran y los ponía debajo de la almohada o la cama ( si acababa enhormigolada), pero esta vez creo que dejando de lado a esos personajes fascinantes de historia y familiares les diré que hay seres parecidos a los mismos angeles, que tan sólo se conforman sin ponerse exigentes con una buena tajada de helado con crema de limón. y hay otros genios que componen canciones acompañados de citricos y tiramisú.