agosto 07, 2012
A propósito de Marilyn
lo soñó o lo escribió Jo en agosto 07, 2012 agosto 07, 2012Caminando bajo el inextinguible sol californiano, ella le sugirió que entraran a una librería para adquirir La muerte de un viajante. Complacido por el inusitado interés de esa niña–mujer por leer accedió a la petición y, mientras recorrían los pasillos, advirtió un grotesco detalle: desde una esquina del local, un hombre asiático se masturbaba por encima del pantalón, sin quitar los ojos de su acompañante.
(no está de sobra decir que aquella tarde, ella no lucía un escote ni llevaba una falda ceñida a las caderas y muslos, sino que vestía como cualquier clasemediera: su impoluta, perfecta anatomía, irradiaba sexualidad espontáneamente). Por fortuna, ella no se percató de la bajeza y, como una especie de disculpa por el terrible agravio, él le compró, también algunos libros de poesía: Robert Frost, Walt Whitman y e.e. Cummings
Los obsequios le causaron una sorpresa formidable. Mientras él se preguntaba qué iba a pensar ella de una poesía sencilla y, a la vez, compleja. Con una risa franca al terminar el poema de Cummings sobre el vendedor de globos cojo, exclamó “¡Y es primavera!”
Así se entregó al hechizo. Desde aquel instante, el sabía que no iba a librarse de amar, cuidar y guarecer a esa belleza inenarrable que colmaría sus mejores años. Ella era, insegura, depresiva, ingenua y soñadora, pero también sensible, ambiciosa, impaciente, rebelde y atrabiliaria.
El era célebre, intelectual contestatario, creador relacionado estrechamente con los escenarios, hombre maduro, sereno y con experiencia, el símbolo del padre, el maestro y el amante.
A lo largo de la relación, ensamblando mentalmente la dualidad de su pareja: vulgar papeles burdos, y sofisticada la mayor parte del tiempo, Su naturaleza de Actriz mutaba de una personalidad a otra, eternamente confundida con sus aspiraciones. Parecía poseer una gran inteligencia mutilada por la vida, sometida por una cultura que sólo le pedía atractivos y seducciones.
Los espíritus frágiles buscan siempre un asidero para no flotar a la deriva pero ella siempre fue vulnerable a pesar del abrazo protector de él. Pasaron un tiempo largo entre reflectores, fama, tertulias con caras y plumas conocidas y la objetividad de él que era insobornable, a lo que ella respondia con el distanciamiento.
Ella parecía una criatura agotada que lucha con algún demonio. Tan dual entre lo vulgar y la sofisticación. Sólo parecía ver que los demás la habían castigado y traicionado, como si se limitase a ser una simple espectadora de su propia vida.
Lo irónico era que el sospechaba que lo sabía pero se había aferrado a la idea de que se trataba de una inocente perseguida porque no podía admitir su anterior situación existencial, deseaba salvarla de ella en vez de aceptarla como suya... Había rechazado los horrores que había padecido, negado el influjo de éstos, pero era ella misma la que se consideraba rechazada. Sólo un sublime acto de gracia podía superar la situación. Y no lo había. Lo único que le restaba era seguir proclamando su inocencia, pero la inocencia mata
La separación fue necesaria. Ya lejos de ella, él seguiría evocando la magnética sombra de una mujer que despertaba un deseo indomable donde quiera que llegase, incluso en el polvoriento ambiente de una librería...
Esa librería, el obsceno fisgón, el ejemplar de La muerte de un viajante, la poesía, la vivacidad y el alborozo de la lectura, fueron las semillas de la compleja relación entre Henry Miller y Marilyn Monroe.
inabarcable casi perfecta...
Etiquetas: cursi y kitch
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Me encantó...
Lo volvería a leer una y mil veces...
Hasta siempre Marilyn...
no cabe duda siempre un enigma esa mujer!!
Sin duda alguna una extraña e interesante patreja la qu7e hicieron esyos dos
Besazos guapa
Una entrada magnífica, Miller, Monroe... falta Capote.
Besos
Esta historia no me la sabía.
Creo que el único hombre que la amó como se merecia fue Di Magio.
El que no intetó hacer de ella algo distinto a lo que era.
lo de Miller pudo ser un milagro, pero acabó siendo una cicatriz.
Pero algún día tendremos que colocar todos los errores de Norma Jean en fila.
Incluyendo a los Kenedy.
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