Desde su infancia tuvo gusto por las cajitas de madera. Creció con el afán de adquirir cuántas se hallara por la vida, aunque pensandolo bien esa mania le vendría de familia.
La Abuela sobre todo en el afán de conservar y reunir diversas cosas, a veces con tanto apego le trasladó esa costumbre seguramente y generación en generación aunque no este explícito en sus genes terminó haciendo de ciertos objetos, culto y todo un curioso gabinete.
Parece que cuesta mucho desprenderse de las cosas por cariño o por mero arraigo incomprensible.
La proveniente de la india le habló de los sueños de Ben Ahmí. Conoció las cosas preferidas de Citerea, la otra humilde que presumía entre sus cristales haber conocido a Helena la mujer mas bella, otra es la que dice saber de la época del Santo Grial. Una más de cartón se ha mojado por sus lágrimas.
Hay otra que trae pintada en su tapa como reliquias de Cuauhtémoc, pero las mas alegres y que abundan son las de estilo sudamericano.
Tomó la que su Madre le habia traido. Sin abrirla le habló de ese mundo no muy lejano, lleno de costumbres, de colores de sabores y de credos. Son muchas y hermosas, tan distintas entre si que a veces el punto difícil es decidir a cual mirar o elegir para resguardar un recuerdo.
Un día la abuela en Domingo no perdonó propinarle un sermón, aunque no fuera a misa, pues le pilló tocando alguna de su colección privada. Y es que ella siempre soñaba que esas cajas estarían siempre contaminadas de historias, tenía ganas de mantenerlas cerca, atenta con sus grandes ojos y sus pequeñas manos puestas en ellas, descubriendo mundos nuevos con colores, personajes y formas.
2 solo lo soñaron:
Gracias Pelusa
Gracias a ti, mi querida Jo, por los sueños y las historias. ¡Ya me parecia que esa cajita tan linda no era una simple cajita, asi, sin mas!
Besos!
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