Pocas personas pero con las que he coincidido en una charla durante un viaje ha sucedido que te cuentan las cosas y de paso te hacen ver en el cine intimo de la imaginaciòn, por como te atrapan, hasta pàrafraseando las oraciones.
Durante un par de horas pasadas como si fueran paginas de un libro hicieron que, por vez primera, los codos rozaran los suyos; como si la necesidad de hablar resurgiera a través de nuestros codos pero impedido por las circunstancias de las vidas presentes, era representado por aquel roce dejándose llevar por el placer de lo secreto.
Siempre existen geniales personas que tienen tan
genial conversación, que en medio del pequeño asiento de avión o un
sábado que podrías usar para salir y no viajar según el caso no quieres
que termine.
No tienen que ser tu alma gemela, ni cubrir los estandares fìsicos que uno torpemente se impone, no deben tener una sonrisa colgate o buen caràcter. Eso se asoma apenas un ápice y no logras conocer a alguien de esa forma de un modo total; pero surge esa confusión, el arrebato de un sentimiento desconocido e incontrolable de quererte quedar con esa persona aunque sea nada mas platicando.
No tienen que ser tu alma gemela, ni cubrir los estandares fìsicos que uno torpemente se impone, no deben tener una sonrisa colgate o buen caràcter. Eso se asoma apenas un ápice y no logras conocer a alguien de esa forma de un modo total; pero surge esa confusión, el arrebato de un sentimiento desconocido e incontrolable de quererte quedar con esa persona aunque sea nada mas platicando.
Ese roce de los codos no quería morir. Encogía nuestros mundos, sin pensamientos, sin nuevas acciones, ni expectativas. Sólo rozaban ese momento, carente de rótulos, sólo porque quería suceder con la magia de la conversación.
La eternidad pasó al prenderse una luz. Tuve miedo de seguir participando en ese secreto ahora rotulado
Los codos querían volver a tocarse, no podían recordar como debían comportarse, que era lo estipuladamente correcto, después de levantarme y ponerme el suéter, sin darme cuenta una simple rutina arraigada o dictada por el aire acondicionado, dejaba rota o de lado toda posibilidad de recobrar esa complicidad.
12 solo lo soñaron:
Los codos pueden continuar su quehacer sin menoscabo del sueter.
Besos
creo lo que dices, esa conexión con alguien sin intención a que pase a algo mayor solo amigos, incluso ni eso...
me ha sucedido con una amiga, nos llevábamos tan bien, podíamos conversar horas y lo que le sucedía que existía una buena conexión
en fin
al paso de los años perdimos el contacto, no sé que será de ella, pero no dudo que si la veo, todo será como en un principio
saludos!!
Yo creo que debiste remangarte el suéter para que los codos continuasen a lo suyo, parece que lo que se traían entre manos era un asunto de bastante importancia.
Que no se te escapen esos codos.
No suele ocurrir a menudo.
Besos.
jejeje hubieras dejado un brazo a fuera del suéter! :P
Quítate el suéter y vuelve!
Más vale pasar frío.
; )
Besos
Esas cosas pasan y pueden pasar más si dejas a los codos hacer su trabajo e implicar al resto del brazo :)
Me encantan ese tipo de encuentros. Me has recordado algo que me sucedió hace años, quizás escriba sobre ello.
Un beso, linda.
Ah... si ha sucedido eso con los codos, no quiero imaginar lo que sigue con las rodillas. Sin importar que, por ejemplo, estén cubiertas por gruesas telas de invierno...
Abrazos de oso, que nacen y vienen, desde los que me dejaste. ;)
Hola, te he visto en el blog de EmeM y he venido a visitarte. Me ha encantado este texto. Entiendo lo que dices, además esos momentos no se olvidan el resto de la vida, como si fueran un gran amor.
Con tu permiso me quedo a seguirte.
Besos
Si es que el frío nunca ha sido buen consejero. Besotes!!!
se empieza por los codos, se sigue por las manos y, bueno, el resto ya depende de cada uno ;)
La conversación era la eternidad alcanzandose en los codos que coincidieron en el instante, pero la eternidad del instante como le llamaba G Bachelard, dura solo eso y para siempre. No lo olvides Joe.
Saludos y feliz año 2016.
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