Las estatuas no son solo mármol, piedra o bronce: son declaraciones de lo que una sociedad decide recordar, lo que honra, lo que coloca en el centro de la plaza o del parque.
Estas estatuas son vestigios de un pasado cargado de fuego y contradicciones. Para algunos sobre todo los que ahorita gobiernan en México son figuras heroicas; que horror, para mí y otros, opresores.
Uno debe aprender a convivir con su historia sin borrarla, pero tampoco glorificarla sin reflexión.
Hoy retiraron las estatuas del Che Guevara y Fidel Castro situadas en un parque en ciudad de México no es simplemente una acción administrativa. Es un acto simbólico cargado de peso histórico, político y cultural. Un espejo de los tiempos que corren.
Estas figuras representan mucho más que sus rostros: representan ideas, pasiones, revoluciones, controversia, lucha, resistencia pero después torcido todo son pobreza autoritarismo, vileza, engaño, dolor, incongruencia, opresión dependiendo del ángulo con que se mire.
Retirarlas puede entenderse como un intento por revisar el relato oficial, para tomar distancia de símbolos que incomodan o que ya no se sienten propios en una nueva narrativa política o social.
Hoy los izquierdos comunistas de mi país están indignados por el retiro de estos dos personajes de los espacios públicos cuando ellos mismos hace tiempo retiraron a Cristóbal colon y las placas de inauguración del metro, transporte público de años que instauró otro partido y no ellos.
Sin duda, desde perspectivas distintas no se puede borrar la historia y mucho menos glorificar algo que está mal.
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